A medida que crece la demanda por dietas más eficientes y naturales en la producción animal, la alfalfa se mantiene como un ingrediente estratégico. Su inclusión como un alimento balanceado para ganado puede mejorar significativamente el rendimiento productivo, siempre que se utilice correctamente.
Sin embargo, los errores comunes al formular raciones con alfalfa seca pueden comprometer la salud del hato y la rentabilidad. Por eso, es fundamental entender qué evitar al incorporarla y cómo aprovechar todo su valor nutricional con alfalfa peletizada.
Uno de los errores más frecuentes es no considerar la variación en el aporte nutricional de la alfalfa según su forma y calidad.
En la formulación de raciones TMR o concentrados, el tamaño de partícula es clave para la motilidad ruminal. Al usar alfalfa en pellets como única fuente de fibra, puede faltar fibra larga si no se compensa con forraje estructurado. Siempre que uses pellets como base, asegúrate de incluir:
Tanto la alfalfa peletizada como la alfalfa fresca pueden exceder los requerimientos proteicos si no se ajusta la energía. Esto puede provocar:
Al integrar pellets, es esencial conocer su densidad (kg/m³) para evitar errores en mezcladoras o dosificadores automáticos. La alta densidad puede alterar el porcentaje real de inclusión si se mide por volumen en lugar de peso.
Además de proteína y fibra, la alfalfa aporta vitaminas liposolubles naturales (A, D, E, K). Estas favorecen:
No incluir este valor en la formulación puede llevar a suplementaciones innecesarias con productos sintéticos.
La alfalfa es una estrategia nutricional si se formula correctamente. Conocer las diferencias entre alfalfa seca y pellets de alfalfa permite aprovechar su potencial sin errores costosos. Evita sobredosis de proteína, falta de fibra funcional y desbalances vitamínicos. Una formulación bien ajustada genera animales más sanos, productivos y sostenibles.
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